Teodoro Recuero, en el frente ruso, con sus compañeros
"(...) las aventuras y desventuras de Teodoro Recuero que ahora publica West Indies Publishing Company bajo el título Hasta Nóvgorod: Crónica de un viaje. (...)
Le
cuesta encontrarlos: ya casi no quedan. Podemos caer en los tópicos por
una vez, porque son muy ciertos: los pueblos que olvidan su historia
están condenados a repetirla. Incluso podemos caer en un tópico más: la historia con mayúsculas difícilmente se entiende sin conocer la historia con minúsculas.
Se pueden leer muchos manuales y libros de divulgación o tesis
doctorales sobre la Guerra Civil, sobre la División Azul, pero si no se
va a las fuentes directas, a la memoria de los soldados que la vivieron,
es imposible hacerse una idea relativamente exacta de lo que fue
aquello.
«A pesar de combatir en el mismo bando
los moros y los legionarios no nos podíamos ver los unos a los otros».
Uno piensa en bandos monolíticos, en ejércitos disciplinados y muy
fanatizados, con una terrible carga política. Uno tiene una visión muy distorsionada de las guerras, después de tantas películas y novelas y de las frases grandilocuentes de los discursos de los líderes políticos.
Pero aquí no hay nada de eso. Aquí solo está la simple, clara, terrible y lúcida realidad. Una realidad que viene completada con algunos textos explicativos,
resaltados en cuadros y no en notas al pie de página, introducidos muy
acertadamente por los editores en el texto. Estos párrafos nos ayudan a
hacernos una visión general. Pero si algo hay que destacar por encima de
todo es la propia memoria del autor. Y su sinceridad…
«Mi
aventura como voluntario en Rusia no tuvo motivación ideológica, sino
económica». ¿Se puede decir más claro? Cuesta entenderlo, por supuesto.
Cuesta entender que una persona que ha sobrevivido a una guerra quiera
meterse en otra por un simple sueldo, pero fue así, y, desde luego, Teodoro Recuero no fue el único en ir a luchar a Rusia sin ningún afán ideológico, sino por fines prácticos.
Algunos fueron porque estaban en una
situación peligrosa (o porque sus familiares directos estaban en una
situación peligrosa), porque la represión franquista no les dejaba otra
salida, otros fueron por convicción, el simple deseo de aventura llevó a
algunos a Rusia. Sin embargo la historia oficial, que durante mucho
tiempo se ha filtrado, aunque sea involuntariamente, en el pensamiento
colectivo, e incluso ha llegado a contaminar los libros de texto, nos
muestra una División Azul muy diferente. El primer valor del libro de Teodoro Recuero Pérez es este: la desmitificación.
El
segundo valor de este libro de memorias es la síntesis de hechos e
ideas. No es un libro muy largo. Se lee muy fácil. Es muy ameno. Nuestro protagonista repasa toda su vida, centrándose principalmente en la guerra
(algo que se echa a faltar en otros libros parecidos), desde su
nacimiento hasta su regreso del frente ruso y su difícil reincorporación
a la vida civil. Lo cuenta con crudeza, con frialdad, pero no se pierde
en detalles innecesarios.
Va al grano. Y tiene una capacidad de
síntesis que solo da la mucha experiencia en la vida sumada a una gran
dosis de sentido común.
Pondré un ejemplo: al igual que Manuel
Mena, el familiar de Javier Cercas, la Guerra Civil le pilla en su
pueblo natal de la provincia de Cáceres.
Vemos lo mismo que se
lee en el libro de Cercas: la represión, la violencia, los arrestos y
los fusilamientos entre personas que han sido vecinos (y generalmente
buenos vecinos) hasta el mismo día anterior a la guerra. Pero
si Cercas se centra (y está en su derecho, desde luego), casi
exclusivamente en la historia inmediata, en la reconstrucción lo más
minuciosa posible de los acontecimientos, Teodoro
Recuero, desde su aparente crudeza y frialdad, nos llega al alma con
confesiones muy nítidas e irrebatibles que nos muestran, con un fuerte
fogonazo de luz, la verdaderas causas de la guerra y la verdadera
naturaleza de la guerra:
«Todas las promesas que nos habían hecho
en las elecciones del 31, cuando vino la República, quedaron sobre el
papel», nos dice.
Además, por si no ha quedado suficientemente claro,
añade:
«Aquella era una época muy mala para encontrar trabajo. Los padres de familia se las veían y se las deseaban para dar de comer a sus hijos.
El aceite era cosa de lujo, a pesar de cosecharse en el pueblo». Y ya
está. Se puede leer mucho sobre la pobreza de la España campesina de
principios del siglo XX (una pobreza que se viene arrastrando desde
siglos y siglos atrás), pero con tres frases cortas ya está todo dicho.
Si a esta pobreza se le suma la actitud de los terratenientes
«que preferían dejar las faenas del campo sin hacer» antes que dar el
trabajo a jornaleros que votaban los partidos de izquierda, jornaleros
que tenían inicialmente una fe absoluta en la República, pero que muy
pronto se desencantaron y se radicalizaron.
Si a esto se suma también
que «no se podía ir tranquilo por la calle» (y no estamos en una gran
ciudad, sino en un pequeño pueblo extremeño), ya podemos empezar a
entender por qué pasó lo que pasó y por qué nuestro protagonista, siendo
de ideas comunistas, se fue que como voluntario falangista en la Guerra
Civil (muy distinto del falangista convencido, al menos al principio,
de Javier Cercas), simplemente para salvar el pellejo.
«No me quedaba otra solución, o se
estaba con los sublevados o en contra», nos confiesa sin pudor alguno
Teodoro Recuero. Y es triste. Es muy triste que un país entero se viera
en esta situación. Por eso estos libros se tienen que editar. Por eso
estos libros se tienen que leer." (Le Miau Noir, 21/08/17)
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