"La mayoría de los represaliados de Robleda recordados la semana pasada
pertenecían a unos cuantos grupos de parentesco por consanguinidad o por
afinidad (“Secuelas”, 03/08/17). Cuando se haya repasado el perfil
familiar y social de todas las personas más severamente afectadas se
podrá comprobar que estas relaciones de parentesco eran mucho más
numerosas.
También son una constante, más que las afinidades
ideológicas, las relaciones laborales entre amos y criados, entre
autoridades y empleados municipales, así como experiencias sindicales
compartidas en la emigración francesa sobre todo. Ahora bien, la
solidaridad social se rompió cuando llegó el momento de la prueba.
Los
represaliados o sus familiares que tenían apoyos en su entorno inmediato
sobrevivieron sin dificultades materiales añadidas, quienes no los
tenían quedaron en el desamparo extremo. Fue el caso de la familia de
Segundo Mateos Baz (a) “el Pulgu”, perseguido porque había
trabajado como criado para Fermín Mateos Carballo, el alcalde
republicano que a fines de agosto de 1936 andaba huido.
Segundo fue
detenido el 24 de dicho mes y eliminado el mes siguiente en una saca
carcelaria, quizá en el término de Sancti-Spíritus, donde apareció
cadáver (05/09/36). Su esposa, Rosa Lucas Martín (a) “la Rosa del Sastri”,
y sus dos hijas, Josefa e Isabel Mateos Lucas, la primera con
discapacitada mental, quedaron pobres de solemnidad.
Expuestas a los
previsibles abusos, malvivieron prestando servicios domésticos, sobre
todo como incansables aguadoras para los guardias civiles, notables
locales y dueños de establecimientos, a pesar de que Rosa tenía más
instrucción que muchas personas a quienes servía y era excelente
calígrafa (le escribía las cartas a Mª Antonia Ovejero). (...)
José Prieto y Eduardo Gutiérrez fueron las últimas víctimas
robledanas de la represión sangrienta, contrariamente a lo que han
afirmado los testimonios que generalmente asignaban esta circunstancia
al alcalde republicano Fermín Mateos Carballo, asesinado el 6 de
septiembre de 1936. Según las conjeturas familiares, el asesinato de
José Prieto y Eduardo Gutiérrez habría tenido lugar el 28 de septiembre
de aquel año.
Además de los mencionados vecinos habituales de
Robleda, en su término fueron asesinados algunos residentes eventuales y
forasteros llevados a su término para la ejecución extrajudicial: José
Manuel Sánchez, natural de Boada y asentado en Fuenteguinaldo, que tal
vez estuviera allí escondido en casa de un hermano y al ser muerto
dejaba una huérfana (Manuela); el peñapardino Félix Hueso Pascual, padre
de cuatro huérfanos (“Secuelas”, 04/05/17 y 27/07/17) y varios
desconocidos extremeños, sobre los cuales, así como sobre sus
familiares, no se tienen datos suficientes.
En Robleda habrían ejecutado
clandestinamente sus verdugos a Ignacio Sierra Borrego, aunque existen
dudas sobre su destino fatal y enterramiento. Era vecino de Ciudad
Rodrigo, trabajaba de albañil en Navasfrías y su cadáver habría
aparecido cerca de la localidad de Robleda.
Estaba casado con María
Encarnación Sánchez Pérez, de cuyo matrimonio dejaba tres hijos,
llamados Ignacio, Bienvenido y Julia (póstuma). Esta última debió de
permanecer en Ciudad Rodrigo, de sus hermanos no se tienen noticias.
Un
caso aparte, impregnado de ironía trágica, es el de Amable González
Andrés. Este maestro, natural de Reguero (León), estaba casado con
Isabel Villoria Esteban en Robleda, donde pasaba las vacaciones de aquel
verano en espera de un feliz acontecimiento, pues la esposa estaba
encinta.
A pesar de las advertencias de sus cuñados, decidió presentarse
en Écija, para la apertura de curso. Fue asesinado a la vera del
cementerio local el día 1º de septiembre. Dejaba dos huérfanas:
Concepción y Bernarda González Villoria, que portaban los nombres de las
abuelas materna y paterna, respectivamente.
El hijo póstumo (Amable
Cecilio) falleció a los ocho días de su nacimiento. La viuda rumiaría su
tristeza hasta la muerte. La familia política ocultó a las hijas de
Amable su ejecución extrajudicial (“si os preguntan de qué murió vuestro
padre decís que de pulmonía”).
No tuvieron relación alguna con la
familia de Reguero, cuyo ayuntamiento tampoco ha mostrado interés alguno
por cultivar la memoria de dicho maestro. Concepción y Bernarda sólo de
adultas se han enterado del motivo real de su orfandad. Salieron de
Robleda para sus estudios y han viajado, sin desarraigarse de lugar de
nacimiento. (...)" (Ángel Iglesias Ovejero, Salamanca al día, 10/08/17)
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