19/5/17

¿Qué hacer con el Valle de los Caídos? Mantenerlo y explicarlo. Representa la espada y la cruz unidas por el pacto de sangre forjado en la guerra y consolidado por los largos años de victoria, es un pasado de muerte, tortura y humillación

 "Hace unos años, en este mismo espacio, expliqué las razones por las que no soy partidaria de sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Pensaba entonces, y sigo pensando ahora, que la memoria no tiene que ver con el pasado, sino con el futuro.

 Y los españoles del futuro tienen derecho a que preservemos su patrimonio, a enjuiciar la figura del dictador en función también de la imagen que él quiso legar a la posteridad. Nuestros nietos deben contemplar ese mausoleo, aprender que lo levantaron trabajadores esclavos cuya explotación enriqueció a empresas privadas que dominarían la economía nacional durante décadas, conocer el dinero que costó mientras sus antepasados se morían literalmente de hambre o de enfermedades, erradicadas antes de la guerra, que sólo resucitaron y prosperaron gracias a su espantosa miseria. 

Esa es la clave de mi postura.  

(...)  el Valle de los Caídos debe convertirse en un lugar de memoria consagrado a la figura y la obra del Caudillo. Esto no sólo no implica un homenaje sino que, a imagen y semejanza de la preservación de los campos de exterminio nazis, representa todo lo contrario.

 Pero si no se clausura el monasterio, si no se desacraliza la basílica, si no se instala una exposición informativa permanente, dará igual que los restos de Franco estén allí o en cualquier otro lugar."            (Almudena Grandes, El País, 15/05/17)


"(...) El Valle de los Caídos fue inaugurado el 1 de abril de 1959, vigésimo aniversario de la Victoria. En esas casi dos décadas de construcción, trabajaron en total unos veinte mil hombres, muchos de ellos, sobre todo hasta 1950, "rojos" cautivos de guerra y prisioneros políticos, explotados por las empresas que obtuvieron las diferentes contratas de construcción, Banús, Agromán y Huarte.

El 7 de marzo de 1959, a punto ya de inaugurarse el Valle de los Caídos, Franco escribió a Pilar y Miguel Primo de Rivera para ofrecerles la nueva basílica "como el lugar más adecuado para que en ella reciban sepultura los restos de vuestro hermano José Antonio, en el lugar preferente que le corresponde entre nuestros gloriosos Caídos". 

 En la mañana del 30 de marzo, miembros de la Vieja Guardia de Falange y de la Guardia de Franco se turnaron en el traslado del féretro desde El Escorial al Valle de los Caídos. Lo depositaron al pie del altar mayor de la cripta, bajo una losa de granito con la inscripción "José Antonio". Era el lugar para su "eterno reposo", como lo tituló el reportaje del No-Do.

 El 23 de noviembre de 1975 el cortejo fúnebre de Franco llegó a la basílica del Valle de los Caídos. La multitud congregada en la explanada exterior entonó el Cara al Sol, el Oriamendiy el himno de la Legión, con la presencia destacada de grupos de excombatientes, que iban a ser recibidos por el nuevo Rey en su primera recepción oficial.

 En el interior del templo, detrás del altar mayor, esperaba la fosa abierta junto a la tumba de José Antonio Primo de Rivera. A las dos y cuarto de la tarde una losa de granito de mil quinientos kilos cubrió el sepulcro. (...)

Hay tres cosas urgentes que deberían hacerse, más allá de los usos que de todo eso se hace desde la política presente:

1. Mantenerlo y explicarlo como paradigma de la simbiosis entre religión y política, entre la Iglesia católica y la dictadura de Franco.

 Y debe recordarse, en folletos y en una introducción clara y contundente a la entrada, que, acabada ya la guerra, mientras se construyó ese monumento, "símbolo de paz", Franco presidió una dictadura que ejecutó a no menos de cincuenta mil personas y dejó morir en las cárceles a varios miles más de hambre y enfermedad, convirtiendo la violencia en una parte integral de la formación de su Estado. 

Y recordaría, en el recinto ideal para recordarlo, que la Iglesia católica, recuperados sus privilegios y su monopolio religioso tras la guerra, se mostró gozosa, inquisitorial, omnipresente y todopoderosa al lado de su Caudillo.

 2. Franco ideó el monumento, y así se hizo, para inmortalizar su victoria en la Guerra Civil y honrar sólo a los muertos de su bando, aunque se montara después la farsa de trasladar también allí los restos de miles de "rojos" muertos o asesinados durante esa guerra. Esos restos, robados de cementerios y fosas comunes, deben ser devueltos a sus familias, a quienes se debe una reparación política, judicial y moral.   (...)

3. El Valle de los Caídos representa la espada y la cruz unidas por el pacto de sangre forjado en la guerra y consolidado por los largos años de victoria. 

Hay que desacralizarlo, convertirlo en un lugar de la memoria de los crímenes del franquismo, explicado con rigor y separado de cualquier acto de apología de la dictadura. 

Y Franco, que lo construyó a mayor gloria de él y de su victoria levantada sobre el crimen y la exclusión de los vencidos, debería quedar allí, para que todo el mundo lo recordara  (...)

Para que los actuales políticos del Partido Popular no se sigan riendo de las víctimas, los historiadores que lo hemos investigado tenemos que difundirlo, comunicarlo, sentar las bases para una nueva educación de las generaciones presentes y futuras que no vivieron aquella historia. Da igual sacar a Franco de su Valle si no va acompañado de esa transformación profunda en la educación y en la enseñanza de la historia. 

Es lo que se ha hecho en muchos países del mundo con los lugares que simbolizan el crimen, la tortura y el genocidio. No borremos sus huellas. La peculiaridad de la historia de España es que Franco murió en la cama, 30 años después que los principales dirigentes fascistas. Pero compartió con ellos crímenes, ideas, historia y comportamientos. Que no se siga blanqueando ese pasado de muerte, tortura y humillación."                 (Julíán Casanova, CTXT, 16/05/17)

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