6/6/12

España es uno de los países donde es menos probable que una mujer sea asesinada por su pareja, aunque cada semana una mujer sea asesinada

"En España cada semana una mujer es asesinada por su pareja o ex-pareja. La tasa de asesinatos se ha mantenido estable desde hace más de una década, a pesar de los importantes cambios que se han introducido en la legislación durante este período. ¿Es posible hacer algo para acabar con la violencia de género? 




Figura 1: Número de mujeres muertas en España a manos de su pareja o ex-pareja, 2000-2011. Fuente: Instituto de la Mujer


El número de mujeres asesinadas refleja únicamente la punta del iceberg del problema. Cada año se presentan en España más de 130.000 denuncias y en la actualidad cerca de 5.000 varones cumplen condena por delitos de violencia de género (Informe anual del observatorio estatal de violencia sobre la mujer 2011). 

Además, unas 30.000 mujeres cuentan con protección policial activa para prevenir una posible agresión. La situación es aún peor en la mayoría de los países de nuestro entorno. Según los datos del Centro Reina Sofía, España sería uno de los países donde es menos probable que una mujer sea asesinada por su pareja (III Informe internacional sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja, página 88).


Figura 2: Ranking de países por número de víctimas asesinadas por sus parejas por cada millón de mujeres mayores de 14 años en 2006



Las causas de la violencia de género son múltiples y complejas. Los científicos sociales han identificado varios posibles factores de riesgo. En primer lugar, es importante que la mujer tenga capacidad legal para romper la relación con su agresor. 

Un trabajo de Betsey Stevenson y Justin Wolfers (2006) muestra que la aprobación de leyes de divorcio unilateral en diversos estados de los Estados Unidos conllevó una disminución significativa en el número de mujeres que eran asesinadas por sus compañeros (un 10% menos), el número de agresiones (30%) y el número de suicidos femeninos (8-16%).
En segundo lugar, en general las agresiones son más frecuentes cuando la mujer está en una posición económica desfavorable. Anna Aizer (2010) observa, utilizando datos de California, que la violencia de género es menor cuando las oportunidades laborales de las mujeres mejoran. 

Este no es sin embargo un resultado universal, sino que podría depender de aspectos culturales. En las sociedades más sexistas, la independencia económica de la mujer podría ser incluso contraproducente. Durante la realización de un experimento de campo en Etiopía, Hjort y Villanger (2012) observaron con sorpresa como la probabilidad de una agresión en el ámbito doméstico era mayor para aquellas mujeres que (de forma aleatoria) habían obtenido un empleo.
En tercer lugar, como ilustra un reciente trabajo, el acceso a la información es clave. Jensen y Oyster (2009) analizan qué efecto tuvo la introducción de la televisión por cable en diversas zonas rurales de la India. En estas áreas la vida de la mujer está en muchos casos restringida al ámbito privado y la televisión supone una de las pocas ventanas al mundo de que disponen. 

La llegada de la televisión por cable tuvo un impacto significativo en los valores locales, disminuyendo el número de mujeres que consideraba que en determinadas circunstancias un marido tenía derecho a maltratar a su esposa. Por último, también hay factores psicológicos importantes. 

Muchos casos de violencia doméstica son en parte el producto de una pérdida de autocontrol ante la llegada de una noticia negativa. Card and Dahl (2011) observan que la probabilidad de que una mujer sea agredida es un 10% mayor cuando el equipo de fútbol americano de su pareja pierde un partido de manera inesperada.
Ante estas diversidad de causas, ¿qué se puede hacer para acabar con la violencia de género? Para poder responder a esta difícil pregunta, hace tres décadas el departamento de policia de Minneapolis decidió llevar a cabo un experimento aleatorio. Este experimento se implementó en casos de violencia doméstica de baja intensidad en los que el agresor era pareja de la víctima.

 Los policias disponían de tres tarjetas de colores con tres posibles tratamientos: (i) proporcionar información al agresor acerca del problema y advertir sobre las posibles consecuencias, (ii) una orden de alejamiento o (iii) el arresto del agresor. Cada vez que se planteaba un episodio de violencia doméstica los policias aplicaban de manera aleatoria uno de los tres tratamientos. 

De los tres métodos, el más efectivo resulto ser el arresto del agresor. Replicaciones posteriores del experimento en otras ciudades sugieren que la efectividad del arresto dependería en gran parte de las características del entorno y del grado de censura social asociado a la detención.
Otro grave problema al que se enfrentan las autoridades a la hora de combatir la violencia de género es la ausencia de una denuncia previa. Menos de la tercera parte de las mujeres asesinadas en España en los últimos diez años había denunciado a su pareja. Además, en algunos casos, aunque se había presentado inicialmente una denuncia, la víctima la había retirado posteriormente. 

Para paliar este problema, en las últimas décadas muchas ciudades americanas han modificado su normativa de forma que no se permite la retirada de las denuncias por violencia de género una vez que han sido presentadas. Curiosamente, la implementación de esta normativa de “no retirada” ha provocado una disminución en el número de hombres que es asesinado por parte de sus parejas, lo que ha sido interpretado como un síntoma de que la retirada de denuncias no refleja, en muchos casos, una resolución real del conflicto (Aizer y Dal Bo 2009).
En definitiva, la violencia de género es un grave problema con múltiples causas socioeconómicas, psicológicas y culturales. La evidencia empírica disponible sugiere que, en general, su incidencia es relativamente menor cuando las mujeres tienen una mejor situación económica, disponen de información y tienen legalmente la posibilidad de separarse.

 Podría ser útil proporcionar ayuda psicológica a los agresores y, quizás, también podría ser conveniente castigar las infracciones menores con penas de arresto. Por último, para evitar que las víctimas puedan ser presionadas, debería considerarse la posibilidad de que las denuncias por malos tratos no puedan ser retiradas."            (Ganas de escribir, 29/05/2012)

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