9/12/10

Experimentos clínicos con humanos... durante el franquismo


Cristóbal Martínez Bordiú (marqués de Villaverde) con algunos miembros de su equipo quirúrgico, preparando una operación de esclerosis mitral

"El paciente era un caso perdido", se justificó el yerno de Franco, Cristóbal Martínez Bordiú, cuando anunció a los periodistas que hacían guardia en el vestíbulo de La Paz la muerte del fontanero de Padrón. Con lo bien que hubiera estado aquel golpe de efecto nacional ante el mundo entero, en pleno año 68, nueve meses después de que Christiaan Barnard lo lograse en Cape Town.

Pero no, el primer trasplantado de corazón español se le escapó de las manos al médico, no sobrevivió al quirófano más que 27 horas, y ni a su viuda ni al viudo de la donante, que tardó en asimilar que a su mujer la enterraran sin corazón, les valió de gran consuelo el haber servido al país.

"Han hecho ustedes por España más de lo que piensan", llegó a comentarles a modo de condolencia el director del hospital. Y hasta se podría decir que alivió ligeramente sus cuitas el hecho de que la Seguridad Social costease, sin flores, las pompas fúnebres, siendo como eran los protagonistas de esta historia de condición humilde.

El marqués de Villaverde, que aspiraba a pasar a la historia por este hito, se confesaba "desolado", pero ante la prensa defendió su eficacia profesional y atribuyó la muerte del gallego Juan Alfonso Rodríguez Grille a "complicaciones extra-cardíacas", porque, como ya había afirmado un día antes, la intervención había sido "un éxito".

Era, eso es cierto, la primera vez que en España se intentaba trasplantar un corazón humano, pero hoy la Organización Nacional de Trasplantes no la toma como referencia, solo la considera una "anécdota del régimen". Tendrían que pasar aún 16 años para que se llevase a cabo en el Hospital San Pablo de Barcelona el que la medicina considera primer trasplante cardíaco, aunque el paciente no sobrevivió más que nueve meses.

Juan Alfonso Rodríguez Grille, de 40 años, fue operado durante cinco horas en la madrugada del 18 de septiembre de 1968, casualmente el mismo día en que el hermano de Barnard viajaba a España y quedaba para cenar con Martínez Bordiú. El médico español siempre se preocupó por labrarse una amistad con los sudafricanos.

En 1975, con el Generalísimo agonizante, al fin después de varios intentos el marqués lograba traer a España al Barnard más famoso, y Eduardo Barreiros, el magnate ourensano de la automoción, hacía lo posible por asegurarle una estancia placentera. Organizaba una cacería para agasajarlo y hasta le regalaba un visón a su esposa.

Barreiros pertenecía al círculo de íntimos del yerno del dictador. En 1968, cuando el trasplante, también echó un cable a su manera para que Martínez Bordiú se colgase la medalla: puso a disposición del equipo quirúrgico una avioneta de su propiedad para trasladar de urgencia las muestras de tejido a París, donde se debían realizar las pruebas de compatibilidad entre la difunta y el esperanzado padronés." (El País, Galicia, 03/12/2010, p. 12)

"La deuda del marqués de Villaverde. Una mujer reclama a la familia Franco que cumpla lo prometido por el doctor Martínez Bordiú a su madre tras la muerte de su padre, primer trasplantado de corazón en España.

En el bolsillo del abrigo que el fontanero Juan Alfonso Rodríguez Grillé dejó colgado en la habitación del hospital La Paz, en Madrid, su viuda encontró una nota doblada que, después de 42 años, la hija del difunto todavía lleva a todas partes en el monedero. "No tires", había escrito, precavido, en el envés blanco del papel un rato antes de entrar en el quirófano para convertirse en el primer trasplantado de corazón de España.

Después de mantener una conversación en privado con Cristóbal Martínez Bordiú y terminar dando permiso para la intervención, Rodríguez Grillé adivinó lo que le esperaba. Pidió la extremaunción, reclamó ver a su niña, de nueve meses, por última vez, y dejó doblada su voluntad en la prenda de lana. "Estrella", le escribía a su mujer,

"cobras la liquidación de la empresa (...). Llevas la llave que está en los pantalones. El abrigo mío se lo das a papá. No tengas miedo, Dios te dejará criar la niña (...). Si puedes aguantarte en Madrid, mejor (...) Haréis la promesa al Cerro de los Ángeles y escribid al Papa (...) Una montaña de besos y abrazos, Juan". (...)

"Estas no son las palabras de un hombre con esperanzas. Mi padre sabía que iba a morir, y murió por mí", comenta con la nota plastificada en la mano María Jesús Rodríguez Boga, aquel bebé que ahora es madre de un chico y cuida todavía a su progenitora, impedida y desquiciada por la mala vida que le tocó vivir.

Ella, y el resto de la familia de Juan Rodríguez Grillé, en el despacho del marqués de Villaverde, yerno de Franco, se había opuesto a la operación que finalmente tuvo lugar en La Paz en la madrugada del 18 de septiembre de 1968. Era la gran noticia del Régimen en aquel momento, y por el vestíbulo del centro hospitalario deambulaban medio centenar de periodistas españoles y extranjeros.

Solo habían pasado nueve meses desde que el cirujano Christiaan Barnard lograse el primer trasplante de corazón en Ciudad del Cabo (Sudáfrica, )y si sonaba la flauta con el fontanero natural de Padrón, la dictadura española se apuntaría un tanto a ojos de todo el planeta.

No querían la operación ni la familia del receptor ni la de la donante, Aurelia Isidro, una vecina de Meco (Madrid), que llegó en coma a la clínica después de ser atropellada por un camión. Pero, al final, los unos y los otros, todos de condición muy humilde, cedieron.

"Han hecho ustedes por España más de lo que piensan", les llegó a comentar el director del centro médico. Era un servicio a la patria. A cambio, la Seguridad Social les garantizaba el pago (sin flores) de los sepelios, y el doctor Martínez Bordiú se comprometía a velar por el futuro de los hijos, cuatro en el caso de la mujer muerta tras su ingreso y una sola en el del trasplantado.

Después de permanecer callada durante cuatro décadas, María Jesús Rodríguez ha iniciado los trámites para reclamar por vía judicial a los herederos del cirujano que salden de manera póstuma la deuda supuestamente contraida aquel día por Martínez Bordiú con ella y con su madre y que guarda, asegura, plasmada por escrito en su casa de Carabanchel.

"Mi abogado me ha dicho que esto no prescribe, y a mí me hierve la sangre cada vez que veo en las revistas el tren de vida que lleva la hija de ese matasanos, que se quiso colgar la medalla y pasar a la historia a costa de mi padre", denuncia.

"El marqués de Villaverde le aseguró a mi madre, literalmente, que se haría cargo de mi 'porvenir' y mis 'estudios", afirma, y en la rueda de prensa que dio en el hospital para hacer público que el paciente había muerto, después de sobrevivir 27 horas con un corazón ajeno, "el yernísimo" anunció que sería el Ministerio de Trabajo el que cumpliría con los compromisos.

Pero las ayudas prometidas jamás llegaron a materializarse. Rodríguez Grillé fue enterrado en un nicho del cuartel 204 de La Almudena, es cierto que a cargo de la Seguridad Social, en presencia de un puñado de familiares y unos cuantos reporteros, pero después pasó un año entero antes de que su viuda "pudiese pagar" de su bolsillo "un recibo de la luz".

Mientras tanto, la cría y ella, que había emigrado hacía dos años tras los pasos de su marido desde Escravitude (Padrón) a Madrid, fueron sobreviviendo. Con el tiempo, y por aquello de que su esposo le había pedido que aguantase en la capital, consiguió emplearse fregando escaleras, y así sacó adelante a la niña.

En una ocasión, en 1971, se dirigió por carta a Trabajo recordando el compromiso y pidiendo que se le gestionase una plaza en un colegio público. "No hubo contestación" y la pequeña terminó estudiando en uno concertado con las monjas." (El País, Domingo, 19/12/2010)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un sobrino de Vallejo Nájera operó a mi padre el eñ Carlos III, no duró mucho, murió a los 59 años.Experimentaban sin ningún respeto por la vida ajena, como si tuvieran ese derecho.
Mi padre murió y a mi madre le destrozaron la vida. No me importa que tengamos otra guerra.

Anónimo dijo...

DESDE URUGUAY,UN ABRAZO A QUIENES RECUERDAN QUE LOS NAZIS,SIEMPRE ESTARAN. SEAN VESTIDOS DE SANTOS O DEMONIOS. PARA EL SEÑOR QUE COMENTA SOBRE OTRA GUERRA,LO ENTIENDO. PERO ELLOS,ESTOS MALDITOS,ES LO QUE ESPERAN,MILES DE HERIDOS,PARA PROSEGUIR CON MAS IMPUNIDAD. solo le pido a dios,que el dolor no me sea indiferente...es un monstruo grande y pisa fuerte...toda la pobre inocencia de la gente...